Mi nombre de pila es Mercedes Carlón Sánchez; sin embargo, tras mi matrimonio en 1958, tomé el apellido Neuschäfer de mi marido porque entonces era así de ley en Alemania. Hice el Bachillerato en el Instituto de Jovellanos de Gijón y, antes de haber cumplido los 18 años, gané plaza por oposición en el Cuerpo de Contabilidad del Estado del Ministerio de Hacienda. Ejercí como funcionaria algún tiempo, pero como las letras me interesaban más que los números, pedí la excedencia para comenzar la carrera de Filosofía y Letras. Hice los dos primeros cursos en la Universidad de Oviedo, mi ciudad natal, y la especialidad, Lenguas Modernas, en la Universidad de Madrid, donde me licencié en 1957. Ya en Alemania fui profesora de español en la Universidad de Giessen, y después di clase a los niños españoles, hijos de los emigrantes en Alemania. Me alegraba darles la oportunidad, que yo había tenido y no sus padres, de poder estudiar y lograr un buen puesto en la vida. Al final de las clases les leía alguna página de mi primer libro, La cabaña abandonada, manuscrito aún, sin decirles que yo lo había escrito. La atención y emoción con que escuchaban, y su «siga, siga» cuando ya quería terminar, me dieron ánimo. Poco después ganó esa novelita el Premio AMADE, en 1975, el premio infantil/Young adult mejor dotado en España. Mi primera editora fue Rosa Regás con Una fotografía mal hecha, novela de corte policíaco. La cabaña abandonada se tradujo pronto al alemán y en España apareció, como primer libro de autor español, en la recién fundada colección infantil y Young adult de Alfaguara. Siguieron más de una veintena de libros publicados en España y también en otras lenguas y países. La mayoría de ellos para jóvenes y niños. La infancia, de la que guardo un recuerdo muy vivo, me interesa especialmente. Creo que el gozo de un niño leyendo un libro «que le va» es superior al de un adulto y también la influencia que en él puede tener. El pequeño lector quiere ir conociendo y comprendiendo el mundo que le rodea, así como a los otros y a sí mismo. Leyendo, además, desarrolla su fantasía y disfruta con ella.