¿Dinero y Literatura? ¿Por qué no?1
1Lengua y Literatura 3º ESO. SA11: “Don dinero, don dinero…”.
Edebé, #DeOtraManera.
JOSÉ LUIS, AUTOR Y PROFESOR DE LENGUA Y LITERATURA, TE CUENTA UNA SITUACIÓN DE APRENDIZAJE¡Usemos argumentos literarios para debatir sobre el valor del dinero!Reconocer en la Literatura temas universales, como el valor del dinero, que afecten a nuestro alumnado de manera directa hace que favorezca la motivación por el aprendizaje y la conexión con su realidad. Una vez inmersos en la comprensión de los textos literarios, el debate académico es una herramienta ideal para la argumentación y contraposición de ideas.
¡Queremos que nuestro alumnado participe más y hable bien!
Desarrollamos la competencia en comunicación oral a partir de los textos escritos de la historia literaria y la reflexión sobre la lengua. Además, el apasionante debate académico, tan popular en la escuela anglosajona, fomenta la documentación, la investigación, la elaboración de argumentos y la formación del espíritu crítico, enriqueciendo las habilidades orales, tanto de escucha como de participación activa en el aula.
¡Se apropiarán de la historia literaria construyendo un itinerario universal!
La Literatura no se ha producido a lo largo de la historia ajena a lo que les ocurría a sus autores/as y lectores/as y lo que pensaban. Comprender la universalidad de los temas literarios, como el tratamiento de la riqueza material, es acercar la historia de la Literatura a nuestro alumnado; es hacerla suya.
La educación financiera también está presente en el área de Literatura
Unir dos áreas que parecen tan alejadas entre sí, como la Literatura y la Economía, favorece el aprendizaje significativo y desmonta ideas preconcebidas sobre el aprendizaje a partir de departamentos estancos.
Al parecer, las preocupaciones de hoy resonaban ya en las páginas de antaño…
No nos olvidamos de los llamados “clásicos literarios”: usamos textos medievales (Milagros de Nuestra Señora, Libro del Buen Amor, Conde Lucanor) para comprender que en el siglo XVII (Góngora y Quevedo) y en el siglo XIX (Rubén Darío), ya existían las mismas preocupaciones que en la actualidad.